Evangelio según San Marcos 9,30-37.
Al salir de allí atravesaron la Galilea; Jesús no quería que nadie lo supiera,
porque enseñaba y les decía: «El Hijo del hombre va a ser entregado en manos de los hombres; lo matarán y tres días después de su muerte, resucitará».
Pero los discípulos no comprendían esto y temían hacerle preguntas.
Llegaron a Cafarnaún y, una vez que estuvieron en la casa, les preguntó: «¿De qué hablaban en el camino?».
Ellos callaban, porque habían estado discutiendo sobre quién era el más grande.
Entonces, sentándose, llamó a los Doce y les dijo: «El que quiere ser el primero, debe hacerse el último de todos y el servidor de todos».
Después, tomando a un niño, lo puso en medio de ellos y, abrazándolo, les dijo:
«El que recibe a uno de estos pequeños en mi Nombre, me recibe a mí, y el que me recibe, no es a mí al que recibe, sino a aquel que me ha enviado».
El poder te lleva a perder.
1) Que nadie lo supiera: Vos sabes que estamos en tiempo donde casi no hay intimidad, ni interioridad. Pues en las redes sociales algunos hasta publicamos la comida que comemos; llegamos a hacer tan pública nuestra vida, en donde parece que todos saben todo de nosotros. Capaz que es tiempo de hacer un alto y resguardarte un poquito, en las redes sociales (facebook, Twitter, Instagram, etc) o en tu relación con los demás, no es necesario ni bueno que a todo el mundo le cuentes lo que te pasa, pues pueden manosear tu corazón.
2) La pasión: Estamos cerca de miércoles de ceniza, capaz que está bueno que empieces a pensar por lo menos 5 cosas que vas a ofrecer en esta Cuaresma, y no te digo que sean ¡Oh wow! Fijate en algo sencillo, posible y concreto. Por ejemplo: en esta Cuaresma rezar un Padrenuestro por … que me cuesta.
3) Poder: Cuánto sabemos lo que enceguece el poder y el uso del poder para aprovecharse de los otros, hasta dentro de la misma Iglesia nos pasa esto. Cómo nos duele de aquellos hermanos que se escandalizan y pierden la fe por causa de otros que se creen dueños de la parroquia o movimiento, entablando un poderío casi como de dictadura y en la cual el feligrés parece que no va a buscar gracias, sino más bien decretos. Pidamos hoy a Dios no perder nunca el Espíritu de Servicio y de humildad.