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¿Dónde está el templo de Dios?

por Carlos L. Rodriguez Zía
Notre-Dame

Ante el incendio que se produjo en la Catedral de Notre-Dame, comparto con los lectores de Misioneros Digitales Católicos esta reflexión sobre qué es o dónde está el templo de Dios.

Un incendio ha conmovido a creyentes y no creyentes. El pasado 15 de abril, lunes santo, las llamas que devoraron gran parte de la Catedral de Notre-Dame de París (Francia) fue la principal noticia en todo el mundo. El día después, 16 de abril, los diarios más importantes tenían títulos como “El mundo llora por Notre-Dame”. También la noticia cubre espacio en los medios digitales y minutos y minutos de la radio y la televisión. También ayer, como me lo cuenta el diario La Nación de Argentina, “El magnate François-Henri Pinault, dueño de Kering, un lujoso imperio de moda con marcas como Gucci, Yves Saint Laurent, Balenciaga, Puma y Fnac, anunció que donará 100 millones de euros para reconstruir la icónica catedral.” Al mismo tiempo,  narra el matutino argentino “el multimillonario francés Bernard Arnault anunció que él y su grupo LVMH, especializado en productos de lujo y más conocido como Louis Vuitton, donarán 200 millones de euros para la reconstrucción”. Por su parte, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, afirmó ante la fachada de Notre-Dame que Francia reconstruirá la catedral y llamó a hacer una colecta nacional e internacional.

La cobertura de los medos. Fuente: diario Perfil (Argentina).

Toda esta conmoción, de la que soy parte, me ha llevado a preguntarme, como reza el título de estas líneas, ¿dónde está el templo de Dios? Interrogante que principalmente se ha disparado ante estas respuestas, pues no recuerdo – corríjame el lector si así correspondiera – reacción igual de gente poderosa y adinerada ante la noticia de que, como informó la  OIM en su calidad de Organismo de las Naciones Unidas para la Migración: “Las muertes ocurridas en las tres principales rutas del Mar Mediterráneo en casi dos semanas del nuevo año (2019) se contabilizan en un total de 16 personas”. Al respecto cabe señalar que “2019 es el quinto año en el que la OIM ha hecho sus mayores esfuerzos para registrar de forma sistemática las muertes ocurridas en las rutas migratorias de todo el mundo por medio de su Proyecto Migrantes Desaparecidos. Desde comienzos del año 2014, el Proyecto registró las muertes de 30.602 personas y todavía debido a los desafíos vinculados a la recopilación de información sobre estas personas y de lo que les ocurrió a las mismas, la cifra verdadera de muertes durante los procesos migratorios es probablemente mucho mayor,” declaran en su página oficial.

Notre-Dame antes y después del incendio.

Vuelvo a plantearme la misma pregunta: ¿dónde está el templo de Dios? En el versículo 7 del segundo capítulo del libro del Génesis se dice: “Entonces el Señor Dios modeló al hombre con arcilla del suelo y sopló en su nariz un aliento de vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.” Y en los versículos 16 y 17 del tercer capítulo de la primera carta a los Corintios, el apóstol Pablo señala: “¿No saben que ustedes son templo de Dios y que el Espíritu de Dios habita en ustedes?  Si alguno destruye el templo de Dios, Dios lo destruirá a él. Porque el templo de Dios es sagrado, y ustedes son ese templo” ¿Personas o edificaciones? Creo que no se trata de decidir entre una y otra, sino que las dos son importantes, pero con prioridades. En mi parroquia de la ciudad de Córdoba (Argentina) se está planificando la construcción de un nuevo templo, que sea más accesible, más inclusivo, de acuerdo a la terminología de estos días. Ya que el templo actual, conocido entre la gente como La Cripta, no es “amigable” con las personas mayores, padres con bebés o personas con dificultades motrices, pues a éstas, como hay que descender por varias escaleras, el llegar al altar o al sagrario se les vuelve bastante dificultoso.

Como ocurre en toda comunidad, hubo voces a favor y en contra. Algunos –entre los que me conté- opinaron que era necesario que tengamos un templo que, digámoslo de este modo, facilitara el diálogo entre Dios y su pueblo. Otros, señalaron que mejor emplear el dinero que implica una construcción de esa envergadura en ayudar a los hermanos más necesitados. De vuelta me pregunto: ¿dónde está el templo de Dios? Quizá la clave, entiendo, esté en saber cuál es la prioridad. El año pasado, una inundación afectó parte del norte de mi país. Recuerdo que en una misa dominical, nuestro párroco anunció que durante unos meses, una importante suma de dinero que estaba destinada a realizar arreglos o modificaciones en el actual templo, se donaría a las comunidades afectadas por esa situación. Ya habría tiempo de ocuparse de la casa a dónde vamos a encontrarnos con Dios en comunidad.

De nuevo y por última vez me pregunto ¿dónde está el templo de Dios? Quizá me ayude a encontrar una respuesta meditar lo que en una ocasión Jesús le dijo a los fariseos: “Ahora bien, yo les digo que aquí hay alguien más grande que el Templo. Si hubieran comprendido lo que significa: Yo quiero misericordia y no sacrificios” (MT, 12, 6-7).

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