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Porque con los ángeles hasta el cielo no paramos

por Editor mdc
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Los ángeles son una verdad de fe (Cat. Iglesia 328). Desde nuestra concepción, Dios en su amor infinito por nosotros no nos deja solos y nos asigna un ángel  que nos acompaña a lo largo de toda nuestra vida (Hb 1,14).

Los coros angélicos son nueve -serafines (Is 6,52), querubines, tronos, dominaciones, virtudes, potestades (Col 1,20), principados, arcángeles, ángeles-, y podemos encontrarlos tanto en las Sagradas Escrituras como en el día a día (Gn 3,24). ¿Has sentido en tu vida la presencia de tu ángel custodio? 

Los ángeles nos llevan a Dios, su misión es acercarnos al cielo. Nos acompañan en el camino a la santidad, nos protegen, nos guían y nos cuidan mejor que nadie, son instrumentos de la providencia que busca nuestra salvación (Ez 1,20).

Nuevamente, mi corazón me hace repetir el inicio del Credo Niceno Constantinopolitano:

“Creo en un solo Dios, 

Padre Todopoderoso, 

Creador del cielo y de la tierra

de todo lo visible e invisible” (Cat. Iglesia 325).

El credo contiene los principios fundamentales de nuestra fe, ahí está todo lo que creemos y profesamos.  En Hebreos 11,1, la Biblia dice: “la fe es la certeza de lo que se espera y la convicción de lo que no se ve”. Una amiga me recordó una frase de El Principito que hace mención a este tema: “lo esencial es invisible a los ojos”. Esto significa que hay mucho más en aquello que no vemos, y los ángeles forman parte de ese universo invisible (Jn 20,28-29). Si bien no los percibimos con nuestros sentidos, su presencia es eficaz, real y concreta (1 Reyes 19,4-8). Ellos nos acompañan en nuestro proceso evolutivo, “aunque no lo veas hermano, él está dándote ánimo, cuidándote y aconsejándote en el camino de la vida” (Ap 19,9-10). 

Los ángeles son seres espirituales, no corporales (Cat. Iglesia 328), de los que podemos aprender y conocer más a través de los santos. Por ejemplo, San Agustín nos enseña que “el nombre de ángel indica su oficio, no su naturaleza. Si preguntas por su naturaleza te diré que es un espíritu; si preguntas lo que hace te diré que es un ángel” (Cat. Iglesia 329).

De acuerdo con las Sagradas Escrituras conocemos tres nombres de ángeles: 

-San Miguel, cuyo lema es “¿Quién como Dios?”, porque ninguna criatura humana o angélica es más que Dios. Nos protege del peligro y lucha con nosotros (Daniel 10,13-21).

-San Rafael, “Medicina de Dios”, a quien podemos encontrar en el libro de Tobías (Tob 12,6-15).

-San Gabriel, “Fortaleza de Dios”, que fue el encargado de anunciarle a María que había sido elegida para ser la Madre del Hijo de Dios  (Lc 1,26-38).

Los ángeles son mensajeros del Señor, ven continuamente su rostro y el nuestro. A mí me gusta llamarlos mis amigos y consejeros fieles porque eso es lo que son: grandes amigos que por gracia de Dios nos acompañan toda nuestra vida y, una vez que morimos, también contamos con su auxilio (Gn 28,12).Son seres que tienen inteligencia y voluntad (Cat. Iglesia 330). Aconsejan pero no obligan, porque respetan nuestra libertad, el libre albedrío.

¿Acaso le dedicas tiempo a tu ángel? ¿Oras o hablas con él? ¿Le das gracias por todos sus cuidados?

El Padre Pío recomendaba a sus hijos espirituales que, en caso de dificultad, dialogaran con su ángel y le pidieran ayuda (Hch 10, 3-5). Además de la devoción por su ángel de la guarda, también tenía una predilección especial por San Miguel Arcángel (Ap 12,7-9). Su ángel solía estar ocupado: le traducía las cartas, le decía los pecados de sus penitentes, lo despertaba y rezaba con él y hablaba con otros ángeles de la guarda (Sal 91,11-12).  Siempre reconoció y agradeció la función de su custodio. En una carta escrita a Ana Rodote el 15 de julio de 1915, el Padre Pío le dice: “que consolador es saber que cerca de nosotros hay un espíritu que, desde la cuna hasta la tumba, no nos deja ni por un instante, ni siquiera cuando nos atrevemos a pecar” (Num 22,22-35).

Además, en las Sagradas Escrituras vemos continuamente la asistencia y ayuda de lo ángeles a los hombres. A San José le hablan en sueños (Mt 2, 19-23), a Daniel lo salvan de los leones (Dan 6,17-24), a San Pedro lo liberan de las cadenas (Hch 12,5-11).

La misión de estos seres espirituales es amar y servir. Fueron creados por Dios y para Él. Están constantemente atentos, orando por nosotros, adorando y alabando al Creador (Jueces 13,2-21). Por eso, no se necesita tener nada extraordinario para hablar de corazón con los ángeles (Hch 27,23-25).

Nuestros compañeros fieles nos ayudan a elevar nuestros pequeños corazones hacia los Sagrados Corazones de Jesús y de María (Ap 5,11-12).

Entonemos, entonces, la oración a María Reina de los Ángeles:

 Oh Augusta Reina de los cielos y Señora de los Ángeles, que habéis recibido de Dios el poder y la misión de aplastar la cabeza de Satanás, os pedimos humildemente: enviad a las legiones celestiales para que por mandato vuestro persigan a los demonios, los combatan en todas partes, repriman su audacia y los devuelvan al abismo. 

¿Quién como Dios?

¡Oh buena y tierna Madre! Vos seréis siempre nuestro amor y nuestra esperanza.

¡Oh Madre Divina! Enviad a los Santos Ángeles para defenderme y rechazar lejos de mí al cruel enemigo.

Santos Ángeles y Arcángeles, defendednos, guardadnos. 

Amén.

Y por eso, con los ángeles, nuestros compañeros fieles, hasta el cielo no paramos. 

Autor: una voluntaria que hasta el cielo no quiere parar.

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